Los que dejan huella - 20 historias de éxito empresarial - page 230-231

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El empresario que ha creado su propia empresa, y además quiere y desea,
como ha sido mi caso, observar cómo crece después sin su presencia, está vien-
do realizada una ambición legítima. He volcado mi vida en este proyecto y 46
años después es una satisfacción muy grande haberlo desarrollado y, luego,
poder ver cómo llega la segunda generación, se consolida, y trabajan los tres
[sus hijos] en la empresa. Se comprometen, se entienden y se llevan bien, y la
empresa crece. Eso ya es una satisfacción diaria.
La economía de mercado es muy amplia, y en ella concurren muchísimos
agentes de todo tipo: empresarios conmayor rigor en el cumplimiento, empre-
sarios ocasionales, gente que pone un negocio exclusivamente para enrique-
cerse, personas que entran y salen en la vida de las empresas de una manera
frecuente, empresarios que no tienen ningún pudor en servirse de las bonda-
des de la economía de mercado, centrada en la confianza, para obtener renta-
bilidad a corto plazo y que se pasan por alto muchas cosas, dejando en el cami-
no incumplimientos laborales, fiscales o bien sociales, de pago a la seguridad
social… Eso lo vemos a diario, desde hace muchísimos años.
El empresario no puede ser un frívolo, tiene que vigilar continuamente que
las cosas se hagan bien. Esa actitud está reñida con la especulación, con el trá-
fico extraño de personas y cosas… En nuestra empresa no hemos caído en la
tentación de decir: “Tenemos que llegar ahí y para conseguirlo haremos lo que
sea, pasaremos por encima de todo y a cualquier precio”. No, nosotros hemos
basado nuestro negocio en la seriedad, en el cumplimiento, en el acatamiento
de la legalidad, en otros valores…
Para conservar esa actitud, la sobriedad es imprescindible. Conozco mu-
chos empresarios que han puesto el bienestar o la ostentación personal por
delante de la realidad de su empresa. Soy contrario a eso. El empresario no
necesita eso, ni la sociedad se lo va a reconocer. La sociedad valorará al que
cumpla con su deber. El empresario maneja recursos que no son propios –los
que tienes por la vía del crédito con bancos, con proveedores o con clientes– y
debe ser consciente y tener muy claro que ese dinero lomaneja y lo administra,
pero no es suyo.
Debemos huir de algunas tentaciones. Una, muy peligrosa, es confundir
patrimonio particular con patrimonio de empresa. Yo siempre he defendi-
do más el patrimonio de empresa que el familiar. En cambio, otros priorizan
más el patrimonio personal. No seré yo quien lo critique, pero siempre pienso
que una empresa sólida y solvente garantiza la estabilidad económica de las
familias. Tampoco quiero decir con esto que no haya ningún patrimonio, claro
que puede haberlo, me parece razonable que un empresario quiera garantizar,
si se puede, su futuro, pero de ahí a que se confundan las cosas…
También debemos ser muy diestros a la hora de administrar recursos. Eso
pasa por evitar las tentaciones y los riesgos de los viajes por el mundo sin sen-
tido, evitar las distracciones con temas que no forman parte del quehacer coti-
diano de la empresa, no poner en riesgo la salud, huir de los vicios y, en fin, de
otros riesgos más malvados. Debemos tener mucho temple, mucha serenidad
para decir: “No, no, un momento, esta práctica choca gravemente con lo que
son principios centrados en la estabilidad, en el comportamiento, en el com-
promiso y en la continuidad de las empresas”.
La familia Peláez firmó el protocolo familiar en el año 2005. Los hijos del fun-
dador pasaron a ser accionistas después de que su padre les cediese una buena
parte (40%) de las acciones de la sociedad. Los tres hermanos conviven en armo-
nía con sus correspondientes competencias.
Mi esposa, Carmen, ha sido una excepcional colaboradora a lo largo de toda
mi vida, pero durante el largo proceso de la elaboración del Protocolo Familiar
dejó patente su generosidad y su predisposición a que se firmara con éxito
este acuerdo.
Cuando entregué la gestión a mis hijos, en una reunión preparatoria del
protocolo familiar, les dije algo en lo que creo profundamente: “Ojalá el día
de mañana podáis ir por la calle como va vuestro padre, con la tranquilidad
de saber que nadie me hará un reproche o una recriminación. Ese es el mayor
patrimonio que yo puedo aportar: la estela del deber cumplido”.
Muchos empresarios se preocupan de dejar a los hijos un gran patrimonio,
una situación holgada. Nunca he creído en eso. Hay que cuidar mucho la for-
mación de los hijos, darles una buena y sólida preparación, y luego enseñarles,
orientarles, imbuirles la filosofía de que no conseguirán nada sin esfuerzo, sin
sacrificio y sin trabajo continuado. En ese sentido, soy un hombre feliz porque
mis hijos no han recibido herencias extraordinarias, mis hijos pagan sus hi-
potecas todos los meses. Podía haberles construido perfectamente a cada uno
una casa, pero no: ellos tienen su piso, cada uno paga su hipoteca... Se com-
praron una casa como cualquier otra persona. Eso sí, después ya heredarán
la empresa. Una parte de las participaciones sociales son ya de su propiedad,
Un sueño cumplido
Manuel Peláez castillo | ECISA Corporación Empresarial
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