Los que dejan huella - 20 historias de éxito empresarial - page 310-311

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clave porque era muy práctica. Él se dedicaba a las cosas de la empresa y ella a
todo lo demás: cuidaba a los aprendices que en aquella época no cobraban nada;
se quedaban en casa y ella era la que se encargaba de darles de comer, de vigi-
larles, cuidarles… y de otras muchas cosas más. Los Uriach i Uriach tuvieron 11
hijos, pero la mayoría murieron de infecciones hoy desterradas: difteria, cólico
y otras muchas enfermedades que ahora prácticamente no existen gracias a los
antibióticos, que supusieron un giro radical.
De los cuatro hijos que sobrevivieron, Joaquín, el mayor, fue alejado de los
estudios superiores para, años más tarde, hacerse cargo del negocio ya fami-
liar. Comenzó como aprendiz, pero luego, con el tiempo, conseguiría ampliar
y consolidar la incipiente empresa cuyos productos ya cubrían la totalidad del
espectro terapéutico de la época. Joaquín Uriach Uriach pasó a ser el máximo
responsable de la empresa, como marcaba la tradición de
l´hereu català
. Sus
hermanos menores, Francisco y Trinidad, estudiaron Farmacia y Comercio
para colaborar en la gestión del negocio.
El paso gradual de droguería a industria siguió firme con el traslado, en
los primeros años del siglo XX, a una zona industrial, alejada del centro de la
ciudad, en la calle Degà Bahí, y, curiosamente, cercana al barrio que vio nacer
al fundador. Será aquí donde se inicien las actividades de investigación con el
primer laboratorio, dirigido por Francisco Uriach Uriach, más orientado a los
farmacéuticos que a los médicos y con clara vocación exportadora de la mano
de Trinidad Uriach Uriach.
En 1925 la empresa se constituyó en sociedad anónima, Uriach Y Cia. En 1929
Uriach era –en capital y ventas– uno de los primeros laboratorios del país, aun-
que el negocio de droguería y la representación de marcas extranjeras seguían
siendo claves. En vísperas de la guerra civil, gracias al negocio mayorista y a la
representación de más de 100 casas españolas y extranjeras, Uriach Y Cia. era
ya la segunda empresa del entonces modesto sector farmacéutico en España.
El inicio de la Gran Guerra Europea, unido a la neutralidad española y al mo-
mento óptimo de la empresa, tanto en fabricación y distribución de productos
propios como de exclusivas extranjeras, produjo grandes efectos en el flore-
ciente negocio familiar con una gran expansión económica.
Se aprovechó este momento para un nuevo cambio de ubicación de las ofi-
cinas. El laboratorio continuó en la calle Degà Bahí y las oficinas se movieron
de Montcada a Bruch, donde se situaron en la planta baja los despachos, alma-
cén, venta al menor y al mayor y, en los pisos superiores, viviendas unifamilia-
res en alquiler que con el continuo crecimiento de la empresa pronto pasaron
a ser oficinas. La Barcelona antigua se convierte en la moderna y modernista
ciudad condal y, paralelamente, la tienda se transforma en incipiente industria
con unos 60 empleados.
En esta época se comercializan productos como la Fosfatina y la Magnesia
Bishop, ambas de gran éxito comercial. Este hecho favoreció la transforma-
ción de la empresa en sociedad anónima, J. Uriach Y Cia., especializada ya en
productos propios y en licencias extranjeras.
Cuando estalla la guerra civil, la empresa fue colectivizada, intervenida
por el gobierno y, en ese momento, se salvó la situación porque mi padre, Joan
Uriach i Tey (tercera generación), que había estudiado Comercio, fue elegido
por los obreros como director de la empresa. Así, más o menos, se logró salvar
la situación. Pero con el transcurso de la guerra las existencias de materias
primas descendían, importar era imposible y los cupos no eran ni suficientes
ni adecuados para conseguir una producción óptima en cantidad y calidad.
Paralelamente, la movilización de los obreros y los diferentes decretos socia-
les impedían el desarrollo empresarial. Después de la guerra, la familia recu-
peró la propiedad, pero hubo que partir prácticamente de cero y la Segunda
Guerra Mundial agravó todavía mucho más la situación por las dificultades
en el comercio exterior.
A pesar del aislamiento estatal, los cambios económicos y sociales que se produ-
cían en Europa, sobre todo al acabar la Segunda Guerra Mundial, fueron un im-
pulso y un objetivo en el horizonte para los industriales más visionarios como Joan
Uriach i Tey que inició un cambio en la estructura del negocio orientándolo defi-
nitivamente al futuro. El negocio dejó de ser una droguería al mayor con un labo-
ratorio complementario para constituirse sobre todo en laboratorio y potenciar la
investigación como eje de la que será la futura industria farmacéutica. Todo esto
a pesar de que su formación académica no fue la farmacéutica, sino la comercial.
La única alternativa para salir adelante era industrializarse, fabricar espe-
cialidades nuevas y afianzarse en el mercado interior. Como respuesta a la
situación, mi padre creó en 1941 el Instituto Farmacológico Experimental
Biohorm, para imponerse como una gran marca farmacéutica independiente
JOAN URIACH MARSAL | CORPORACIÓN URIACH
LAS EMPRESAS TIENEN QUE TENER CARA, OJOS Y OÍDOS
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