Los que dejan huella - 20 historias de éxito empresarial - page 66-67

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y un poco de Humor. En nuestro protocolo se establece dos veces al año la
asamblea familiar. Hay un tiempo para hablar de la marcha de las empresas
con toda la familia delante: hijos, nietos, hijos políticos. Todos tienen informa-
ción para que sepan cómo van las cosas, para que puedan hacerse una idea y
conocer la realidad empresarial. Es importante este ejercicio de transparencia
porque genera confianza, especialmente con los hijos políticos, para que sepan
que no están ahí de añadidos, y ellos hablan, participan, preguntan.
En la transmisión generacional de poderes que fuimos haciendo poco
a poco, siempre insistí en la necesidad de conocer el negocio y la empresa, y
trabajar junto a profesionales ajenos a la familia que colaboren con sus cono-
cimientos. Hoy, los consejeros delegados son unos grandes profesionales sin
vinculación familiar. Otra cosa que siempre hemos defendido es, además de
conocer el negocio, saber tratar bien a la gente. Los ingleses no entendían que
en ALSA hubiera profesionales con 40 años de trabajo.
Como ejemplo, hace unos días, se jubilaban en Oviedo José Luis y Agustín,
que desarrollaron la casi totalidad de su vida profesional en la empresa, ac-
tuando siempre con la máxima dedicación. La empresa tiene que ser generosa
con ellos en lo económico y en el trato personal. Muchas veces vale más una
palabra de aliento, una felicitación, una ayuda en un momento de necesidad.
Tienen que saber que la empresa cuenta con ellos y ellos pueden contar con
la empresa. No existen secretos especiales: conocer el negocio, cumplir tus
promesas y tratar bien a la gente, sea el negocio que sea. No digo que sea tan
importante el incentivo moral como el económico, pero tiene mucha impor-
tancia la satisfacción personal del trabajador. Había cobradores que ponían en
la tarjeta: “revisor de ALSA”, un título, una muestra de que estaban orgullosos
de estar en la empresa. Estas personas son las que hay que formar y preparar.
El trato al personal es básico. En la antigua ALSA, todo el mundo se conocía.
Yo conocía a chóferes, taquilleros, administrativos… Hay una corriente que te
obliga a tener con ellos algunas atenciones y ellos corresponden con su trabajo
profesional adecuado y efectivo. Creo que eso se está perdiendo. Y es fundamen-
tal. Para recuperarlo, tenemos que empezar por la formación profesional, con
un sistema similar al de los aprendices, cuando los empresarios estábamos obli-
gados desde hace muchos años a darlos de alta en la seguridad social. Aquellos
aprendices que empezaban barriendo el garaje, luego ponían una rueda, otro día
conducían… cuando llegaban a la carretera, completaban su formación con la
atención y ayuda al viajero y practicaban los secretos de la buena relación con
el cliente... Ahora parece que volvemos otra vez a priorizar los procesos de for-
mación de los antiguos aprendices, que se está llevando a cabo con la indispen-
sable colaboración sindical. Precisamente la colaboración empresa/sindicato es
totalmente necesaria para un desarrollo eficaz de la empresa y para ir solucio-
nando algunas lagunas que todavía existen y que es necesario abordar conjunta-
mente, tales como formación profesional, ley de huelgas, etc.
El proceso de internacionalización del Grupo ALSA fuera de Europa comenzó en
1984 con las operaciones en la República Popular China. ALSA se convirtió en
uno de los primeros grupos empresariales europeos en invertir en China cuando
todavía no había dado el gran salto económico, cuando era un país muy cerrado
y muy pocos podían atisbar que estaba llamado a convertirse en la gran potencia
económica mundial. ALSA inició su andadura china, primero, con una empresa
de taxis en Shenzhen, muy cerca de Hong Kong, en la denominada entonces “zona
experimental de economía abierta”. Después, cuando se autorizó el estableci-
miento de líneas regulares de autobuses, ALSA realizó la construcción/explota-
ción de estaciones con el establecimiento de servicios regulares de autocares des-
de las estaciones que el grupo gestiona en diversas ciudades chinas. La curiosidad
y la casualidad se aliaron para llevar las ideas de José Cosmen a China.
El 8 de septiembre de 1981, día de Convadonga, mientras volaba de Madrid a
Oviedo, leí en el diario
Cinco Días
una referencia a la Feria de Cantón, que en-
tonces era importante pero no tanto como ahora. Entre las cosas que se anun-
ciaban de los expositores, se hablaba de una pasta dentífrica que, además de
higiene bucal, actuaba contra las enfermedades respiratorias, protegiendo los
bronquios. Al leerlo, pensé: “Esto me lo traigo para Asturias, donde todos esta-
mos medio tocados de los bronquios por la humedad medioambiental. Tengo
que conseguir la representación”. A través de una persona en la embajada es-
pañola en Pekín, y por télex, logré un contacto chino y, sin saber inglés, volé
a Hong Kong y a Cantón. El fabricante del dentífrico era una empresa esta-
tal como la mayoría de las que exponían en la Feria de Cantón, y enseguida
me interesé por las características del producto, la fabricación, el envasado.
Ya había hecho muchas preguntas y, cuando interrogué a mis guías sobre el
transporte del producto –“¿Esta pasta se puede llevar en bidones grandes para
ser envasada en España?”– , uno de ellos me dijo: “Pero, usted, en su país, ¿qué
hace?”. “Soy transportista de viajeros”, contesté. Y, acto seguido, me replicó:
JOSÉ COSMEN adelaida | ALSA
DE LA ARRIERÍA AL MUNDO
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