Los que dejan huella - 20 historias de éxito empresarial - page 134-135

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“¡Imposible!” De hecho, somos la última empresa en Europa que se ha creado
para fabricar verduras congeladas. Después de nosotros, nadie ha montado
una empresa nueva en este sector. Me despedí de la empresa donde estaba,
compré un solar, hicimos un proyecto técnico, pedimos dinero a los bancos y
nos lo dejaron… Partía de cero. Obviamente, yo vendí mi casa, lo vendí todo,
invertí hasta el último euro que tenía, y con el dinero que nos dejaron los
bancos y las ayudas del Gobierno de Navarra, construimos la fábrica de con-
gelados de Arguedas (Navarra).
Benito Jiménez era titular del 80% del capital. El otro 20% pertenecía a un socio
holandés. La presencia de este socio no obedecía a razones financieras, sino al
interés del emprendedor en darle mayor credibilidad al proyecto ante la admi-
nistración foral y ante las entidades financieras.
En España, y en Navarra, muchas veces pensamos que todo lo que viene de
fuera es mejor que lo que hay aquí y, de hecho, la gente pensaba que la fábrica
la hacían unos holandeses. Y resultaba que tan solo tenían un 20% y, además,
por la fábrica no aparecieron nunca. Pero, ¡tenemos un socio holandés! Y la
verdad es que sirvió.
La inversión inicial fueron 700 millones de pesetas. Lo recuerdo perfecta-
mente: 104 millones aporté yo (70 míos, mi padre me dio 14, mi suegro otros
14, el Banco de Vasconia los seis millones que me faltaban), 26 los holande-
ses y junto con las subvenciones del Gobierno de Navarra monté la empresa.
Hasta los 700 nos lo dieron los bancos; nos financiaron sin ninguna garantía
personal, sin firmar yo ni nadie de mi familia. Eran bancos locales, conocían
a mi familia y a la familia de mi mujer. Éramos gente trabajadora y confiaron
en nosotros. El capital era 130 millones de pesetas porque la legislación sobre
subvenciones del Gobierno de Navarra exigía que el capital fuese igual o ma-
yor que las subvenciones que ibas a recibir… Era justo, no va a poner el gobier-
no lo que no ponen los accionistas.
Compré un solar, contraté un ingeniero y redactamos el proyecto. En 18
meses construimos la fábrica y en agosto de 1999 empezamos a producir en
la planta de Arguedas. Desde ese momento, el desarrollo fue espectacular. En
2000 ya instalamos una segunda cámara frigorífica, la primera de congelación
automática en España, y en 2001 abrimos una segunda línea de procesado que
nos permitía triplicar la capacidad de producción.
Ya en ese momento pensé que necesitaba ampliar. Los holandeses no te-
nían dinero y yo tampoco. Les propuse comprar su parte. Les pregunté cuánto
querían: “Lo que nos des”. Y les di 52 millones de pesetas, el doble. Con ese
acuerdo verbal, sin haber desembolsado el dinero porque no tenía para pagar-
les los 52 millones, me puse a buscar un nuevo socio… Acabé con tres posibles
socios: el Popular, la Corporación Industrial de la Caja de Ahorros de Navarra
y Unifrost, unos fabricantes belgas. Me decidí por los fabricantes belgas por-
que, además del dinero, también aportaban mejoras en el negocio. Compré a
los holandeses el 20% por 52 millones. Y les vendí a los belgas el 25% por 250
millones. Cerramos la operación con estos 250 millones, fui a los bancos y me
dieron 500 millones adicionales. Con los 750 millones monté la segunda línea
de producción, que me permitió dar un salto importante.
En 2005 se produjo otro hecho importante. Congelados de Navarra siem-
pre ha sido una empresa muy exportadora; desde que empezamos hemos ex-
portado el 70%, el 65%... Siempre hemos tenido cifras de exportación impor-
tantes y eso nos hacía coincidir en ciertos clientes con nuestro socio belga. No
había problema porque lo hablábamos: “Esto lo haces tú, esto yo…” y nos arre-
glábamos. Pero llegó un momento en que la situación era insostenible y ellos, a
finales de 2005, me propusieron fusionarnos: “¿Por qué no fusionamos las dos
sociedades?”. Ellos eran más grandes que yo, su empresa era más grande que
Congelados de Navarra. Económicamente, era una fusión en la que yo perso-
nalmente salía bastante beneficiado.
Se firmó un acuerdo de fusión y durante dos meses Benito Jiménez viajó conti-
nuamente a Bélgica porque, en teoría, iba a acabar como primer ejecutivo del
grupo. Pero, justo antes de Navidad, el navarro comprendió que sus socios no
eran lo que él esperaba.
Me decían: “Benito, tú eres de un pueblomuy pequeño y te falta visión interna-
cional; nosotros somos de Bélgica, del centro, del corazón de Europa; vivimos
a dos horas de Londres, a dos horas de París, a dos horas de Düsseldorf, habla-
mos idiomas, hablamos inglés mejor que tú, tenemos una visión internacional,
tenemos que fusionarnos porque lo que te falta a ti es eso, la visión internacio-
nal”. Y yo, mira si tenía yo poca visión internacional que mi mujer ya había es-
tado un año viviendo con mis hijas en Londres, mis hijos están todos haciendo
el bachillerato allí. Nos íbamos a ir a vivir a Gante, a Bélgica. Mi mujer ya había
Benito Jiménez cambra | Congelados de Navarra
El valor de la diferencia
1...,114-115,116-117,118-119,120-121,122-123,124-125,126-127,128-129,130-131,132-133 136-137,138-139,140-141,142-143,144-145,146-147,148-149,150-151,152-153,154-155,...320
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