Los que dejan huella - 20 historias de éxito empresarial - page 150-151

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le gustaban nuestras piezas pero algunos nos decían: “Es un trabajo muy bien
hecho, pero es loza, no es porcelana”. Fue entonces cuando nos decidimos a
trabajar la porcelana. La habíamos trabajado en la última fábrica que había-
mos estado, así que no partíamos de cero. Localizamos a un señor que vendía la
materia prima para la porcelana, reformamos un hornito en desuso que había
en una vieja fábrica y lo hicimos funcionar.
Comenzamos los tres hermanos y dos aprendizas. Al poco tiempo éramos
nueve, después 15, después 25. Decidimos que había que buscar una nueva ubi-
cación. Hay que tener en cuenta que la fábrica estaba entonces en nuestra casa,
pintábamos hasta en la cocina y en el dormitorio.
Al principio teníamos que enseñar a los ayudantes que contratábamos y, al
mismo tiempo, también les hacíamos el trabajo. Así que, en la práctica, noso-
tros lo hacíamos todo, pero sabíamos que la preparación y formación de nues-
tros colaboradores era clave. Y así lo hicimos hasta que llegamos a tener un
equipo de 30 personas. A partir de ahí, siguieron enseñándose unos a otros, de
maestro a aprendiz. Esto nos permitió liberarnos de algunos trabajos y empe-
zar a convertirnos en empresarios, iniciar la dirección del negocio.
Para la elección de nuestros escultores lo que hicimos fue recurrir al mun-
do de las fallas. Algunos de nuestros primeros escultores venían de ese entorno
y hoy en día tenemos la satisfacción de que varios de nuestros colaboradores
están diseñando las mejores fallas de Valencia. Porque el artista fallero tiene
un ingenio especial. Crean piezas efímeras, que solo van a ser vistas por unos
días, y eso hace que pierdan el miedo, que sean atrevidos. Además, el carácter
satírico y caricaturesco de las fallas hace que desarrollen un gran dominio de
la expresión y de la forma. Nosotros hemos sabido aprovechar ese talento y lo
hemos devuelto con generosidad a las fallas. Con el mundo de las fallas tene-
mos una relación muy especial.
A día de hoy, seguimos formando a nuestros equipos, a nuestros artistas.
Uno de los mayores méritos de Lladró ha sido rodearnos de los mejores es-
cultores. Primero fueron Fulgencio García, Juan Huerta, Salvador Debón, y
ahora seguimos teniendo excelentes artistas, que hemos elegido uno a uno y
que hemos continuado formando en la casa. Trabajamos codo a codo con ellos,
estamos en contacto continuamente y siempre que hace falta, porque es nece-
sario para el desarrollo del trabajo. Creo que, hoy por hoy, tenemos el mejor
equipo de escultores, de artistas de la porcelana, que hay en el mundo. Y luego
están los diseñadores, los decoradores, los pintores, los maestros horneros…
cada uno especializado en su tarea pero con una amplia visión del proceso en
su totalidad, para que ningún paso falle en la cadena. Porque en una empresa
que elabora a mano todas sus piezas, en un proceso enteramente artesanal, las
personas, sus habilidades y su sensibilidad, son sin duda su capital más valio-
so. Y el tercer pilar de Lladró, además de la escultura y la pintura, es la parte
industrial, que tuvimos que aprender y perfeccionar.
La empresa jurídicamente nació en 1953. No nació antes porque en aque-
lla época si solicitabas un permiso de Industria no te daban facilidades, no
había luz, fuerza motriz… Un día vino un inspector y dijo que eso era una em-
presa. Al parecer, alguien nos había denunciado y nos levantó un acta. ¡Nos
hizo un gran favor porque el acta nos sirvió como reconocimiento oficial y nos
pudimos dar de alta como empresa! A partir de ese momento pudimos tener
luz, alta tensión y trabajar en condiciones. Hasta ese momento habíamos ido
trampeando con hornos de leña… en fin, las trapisondas que uno hace cuando
es joven y se tienen fuerzas y ganas para arrancar lo que uno quiere.
En 1958 trasladamos el taller a una nave en la población cercana a
Almàssera, en Tavernes Blanques (Valencia). La demanda había adquirido ya
proporciones insospechadas. Pusimos en marcha innovaciones no solo en el
diseño y el estilo de las figuras sino también en las técnicas de cocción. Nuestro
método innovador de la monococción nos permitió obtener el acabado crista-
lino y las tonalidades pastel propias de las obras Lladró.
A finales de la década de los 60 abrimos nuestra primera tienda en Valencia
y, poco tiempo después, otras dos más. En aquel momento introdujimos en
nuestras piezas, además del logotipo con nuestro apellido, el “made in Spain”.
Nuestra empresa tuvo vocación internacional desde el principio.
En 1996, Lladró facturaba 14.400 millones de las antiguas pesetas, y casi el 77%
procedía del exterior. En ese año, la compañía tenía 2.300 empleados, de los cua-
les 300 trabajaban en el extranjero, en las tiendas Lladró y en sus empresas filia-
les en Estados Unidos, Panamá, Australia, Japón, Hong Kong y Singapur. Desde
entonces la compañía no ha dejado de crecer y más del 80% de las ventas siguen
realizándose en el mercado exterior.
El 50% de lo que vendemos en España lo compran extranjeros. Combinar el
arte con los gustos del mercado no siempre resulta fácil. Yo recuerdo que un
señor de Chicago me dijo una vez: “Usted es artista pero también sabe vender”.
Juan lladró dolz | lladró
LA PORCELANA QUE CONQUISTÓ CHINA
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