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Clemente González Soler. Alibérico

CÓMO FRAGUAR LA EXCELECIA DE UNA MARCA

Estudié para hacer aeropuertos y aviones pero nunca me he dedicado a

esa actividad. En cambio, he completado un recorrido largo, amplio, intenso

y profundo en el sector del aluminio, al que he dedicado 44 años de trabajo.

Es lo único que sé hacer. En mi vida profesional hay tres etapas. La primera

transcurre en la empresa pública del INI. Después hice unos pinitos como

empresario independiente, pero en seguida vino la multinacional ALCAN y

me fichó como presidente y consejero delegado para España y Portugal. La

tercera etapa, en la que me encuentro, se inició en 1996, cuando decido defi-

nitivamente trabajar por mi cuenta.

Siempre había tenido la ilusión y la aspiración interna de hacer algo de

forma personal. De hecho, cuando estudiaba la carrera pensaba en montar una

planta dosificadora de áridos o en tener una empresa de estructuras metálicas

y calderería. Siempre he tenido corazón de empresario. En la empresa pública,

he sido empleado, ingeniero, jefe de ingeniería, gerente de filial con 29 años,

y también fui jefe de ventas y marketing y director comercial. Pero en 1986 se

fusionan la Empresa Nacional del Aluminio y Aluminio de Galicia, dando paso

al nacimiento de INESPAL. En las fusiones siempre hay vencedores y vencidos.

Yo fui de los vencidos. Tuve que dejar la dirección comercial a los 36 años. Le

tenía cariño al cargo: había iniciado las exportaciones, vendía en Japón, Estados

Unidos y África. Había hecho bastantes cosas.

El director general me lo explicó con claridad:

“Clemente, usted es un tipo estu-

pendo, muy simpático. Pero su puesto lo va a ocupar otro.”

Una semana después, en el

despacho, sin hacer nada, aunque me habían conservado el sueldo, decidí pedir

la excedencia. Me preguntaron:

“¿Qué vas a hacer?”

.

“No lo sé”

, respondí. Y, era

verdad, no lo sabía.

El capital de Alibérico está repartido entre Clemente González

Soler y su mujer. Alibérico es una empresa paraguas, con 23

empleados, de la que cuelgan todas las demás sociedades. Desde

sus oficinas, en la calle Orense de Madrid –“aquí comencé

de cero y aquí sigo porque somos muy austeros”- se lleva la

planificación y el control de gestión. La filosofía del grupo es que

cada empresa es independiente, autónoma. Solo dos áreas están

centralizadas a nivel mundial: la informática y el crédito a clientes.