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Clemente González Soler. Alibérico
CÓMO FRAGUAR LA EXCELECIA DE UNA MARCA
“La investigación en España tiene un problema
-le dije a Emilio Lora-Tamayo, el
presidente del Centro Superior de Investigaciones Científicas-:
que sus 3.000
científicos hacen lo que quieren, no lo que la empresa, el mercado o los clientes demandan”.
La
investigación pública está poco orientada al mercado. Suele decirse que España
gasta mucho dinero para generar conocimiento. En cambio, yo digo que hay
que generar dinero a partir del conocimiento. Si el modelo se centra solo en in-
centivar a señores que acumulan méritos académicos en función de si publican
o no sus investigaciones en revistas, las cosas no pueden rodar bien. ¿Qué ocurre
si lo que investiga y publica no funciona? Lo lógico sería que ese investigador
obtuviese su justa recompensa si, al final del proceso, su trabajo científico se
tradujese en una patente.
Hablamos mucho de I+D, pero la forma de medir el nivel en I+D de un país,
y la eficacia de los inventos, consiste en calcular las patentes que se sacan ade-
lante con un millón de dólares. Ese es el dato. Los coreanos invierten un millón
de dólares y obtienen cuatro o cinco patentes al año. Cada una les cuesta entre
200.000 y 300.000 euros. En España, con un millón de euros, sacamos 0,7 pa-
tentes. Esto quiere decir que en nuestro país nos cuesta un millón y medio cada
patente. Somos muy caros.
Todo ese conocimiento que hay en el mercado, y que unas veces está en los
clientes y otras en los proveedores, hay que sacarlo y transformarlo en algo que
sea vendible o que aporte valor añadido a tus productos o a tus procesos. El
objetivo es desarrollar una nueva aplicación y conseguir ser más competitivos.
Siempre me ha preocupado la innovación. En Barcelona, teníamos una
compañía de ingeniería de equipos, Newlac, que se encargaba de hacer nuestras
máquinas. Ahora las diseñamos nosotros, pero subcontratamos la fabricación
con varias empresas de diferentes lugares, de forma que nadie pueda ver la
máquina completa ni tenga acceso a toda la tecnología. Después son nuestros
ingenieros quienes las montan
in situ
y las ponen a funcionar. Eso nos permite
mejorar mucho los procesos. Lo que otros hacen en tres o cuatro fases distintas,
nosotros lo hacemos en una sola, de principio a fin. Así hemos montado las
líneas en continuo, donde se realizan todas las fases del proceso. Por ejemplo,
tenemos una línea nueva en la que entra por un lado el aluminio y salen por el
otro 20 o 40 metros de suelos para trenes de alta velocidad en una sola pieza.
Todo de forma automática. Pero innovar no es solo sacar un producto, tienes