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Clemente González Soler. Alibérico

CÓMO FRAGUAR LA EXCELECIA DE UNA MARCA

Publicidad en Estados Unidos. Ella ha sido la responsable

de desarrollar a escala global la estrategia de comunicación

a clientes y prescriptores, con una visión muy innovadora.

Mi mujer, María José, estudió Empresariales, y ha trabajado 29 años,

buena parte de ellos como empresaria. Dejó Iberia cuando era la número 2

de aeropuertos a nivel mundial y creó tres empresas sucesivamente. Al año de

comenzar, tenía 800 empleados. Se asoció a SAS para crear Newco Airport

Services, que luego vendió. Y después creamos Main Gestión de Aeropuertos,

hoy llamada Menzies, segunda multinacional de handling de aeropuertos, que

también vendimos. Ahora gestiona nuestra patrimonial inmobiliaria Ceges.

Ella no se parece en nada a mí. Es muy reservada, discreta, es una perso-

na extraordinaria, excepcional madre y abuela…Empezó a trabajar con 16

años, y en su momento compaginó el trabajo con los estudios de Empresa-

riales. Arrancó desde abajo con mucho esfuerzo. Y su ayuda ha sido decisiva.

Se ha ocupado de la educación de mis hijas, y ha hecho de madre y de padre.

Siempre me ha apoyado en los momentos más difíciles y es capaz de ver y

sentir lo que yo no veo ni siento. Creo que las mujeres tienen una sensibilidad

especial de la que carecemos los hombres. Los hombres creemos que todo es

muy fácil y ellas dicen “¡cuidado!”. Su prudencia compensa mi audacia. Ella

me frena y me modera.

Soy una persona muy clara y directa, se me ve venir. Hoy me siento padre de

muchas cosas que se han hecho en este país en el campo del aluminio. Me han

llegado a llamar el rey del aluminio. Un cliente y amigo de EEUU me regaló

una placa de aluminio para el barco que ponía:

“Aluminium is my life but my heart is

on the sea

/ El aluminio es mi vida pero mi corazón está en el mar”. Todo lo que

sé y cuánto he trabajado a lo largo de mi vida guarda relación con el aluminio.

No es lo mismo ser directivo que empresario. El empresario se juega mu-

chas más cosas: su dinero, su compañía, su prestigio, su nombre. Cuando he-

mos comprado esta última fábrica en Sabiñánigo, Huesca, no me preocupaba

el dinero, sino ser capaz en tres años de hacerla viable, porque no puedo fallar.

Soy consciente de la responsabilidad que tengo frente a muchas familias, y por

eso no puedo fallar. Eso es muy importante para mí. Me da mucha tristeza

ver cómo se han perdido, en directivos y en empresarios, los valores mínimos