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que yo creo que necesita una empresa. El valor de la palabra. Ahora se miente

con total impunidad y no pasa nada. Es muy importante decir siempre la ver-

dad, el respeto por las personas, que son lo más importante que tienes en una

compañía. Yo no hubiera llegado aquí si no hubiera tenido detrás un equipo

fuerte, ilusionado y motivado. La honestidad una persona con uno mismo, con

la compañía y con su jefe es fundamental. Tener un sitio donde la gente pueda

crear y creer es vital, un sitio donde ofrezcamos oportunidades y espacios para

que se puedan tener y desarrollar ideas.

Quiero fomentar estos valores a toda costa porque creo que eso se ha ido

perdiendo. Hay muchas empresas que no tienen memoria de lo que hacen

bien o se olvidan de sus orígenes sencillos, como el nuestro. Nunca nos ol-

vidamos de que hemos empezado de cero en esta oficina. Creo que es muy

importante conseguir la confianza de los clientes y no engañarles nunca. Belén

Martín, una de nuestras directoras generales, escribió un día:

“A nosotros no nos

gustan las estrellas, en Alibérico no hay grandes estrellas, hay muchas estrellas pequeñitas,

pero brillan todas a la vez y dan mucha fuerza, mucha luz cada día”.

No hay nadie

imprescindible, tampoco en las organizaciones. Y si las hay, es una mala se-

ñal. ¡Ni yo soy imprescindible! Lo tengo todo preparado por si a mí algún día

me pasa algo, para que la organización pueda seguir funcionando. Tener en

cuenta esto es muy importante en todas las organizaciones. Si una empresa es

dependiente de alguien, es que no funciona, constituye un punto débil para

su desarrollo.

Lo esencial no es solo tener valores, sino ser capaces de alinearlos. Es im-

portante que todo el mundo vaya por el mismo carril con los mismos valores y

objetivos. Igual que es imprescindible que las personas tengan ilusión y pasión,

pero controladas y dirigidas.

Otro signo que nos diferencia como empresa es que nunca hablamos de

nuestra competencia. Ni bien ni mal. Por principio. Yo le digo a mi gente:

“Hay que conocer hasta la ropa interior del comercial con el que compites, tienes que saberlo

todo, pero no hables nunca de él fuera de casa”.

A mí me preguntan los clientes:

“¿Y

tú, que piensas de estos?”.

Y yo les contesto:

“Pues son muy inteligentes, más inteligentes

que nosotros, pero nosotros trabajamos más, echamos más horas y le ponemos más ilusión”.

Yo voy a ver mucho a los clientes, pero sobre todo visito a los que no nos

compran. En Salt Lake City, Utah, visité en un día a tres clientes. Uno de ellos,