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Hubo que tomar otra gran decisión: “¿Nos quedamos en España como gran

fabricante de futuro o vendemos?”. Entre 1980 y 1990 las grandes empresas

americanas del automóvil parecían dispuestas a conquistar Europa. Hasta ese

momento no hacían mucho caso a Europa, pero se dan cuenta de que tienen

que ser empresas globales, vienen a España y hacen ofertas serias de compra

a firmas más pequeñas, como la nuestra, que les podían servir de cabeza de

puente para desarrollar su estrategia. Mi hermano y yo decidimos aguantar

el tipo e insistimos en crear tecnología propia en ciertos productos. En techos,

nos iniciamos con tecnología italiana pero desarrollamos una tecnología propia

que nos ha convertido en líder mundial en este producto. Hasta entonces solo

fabricábamos para España y nada más. Nos damos cuenta de que los centros de

decisión que había en España se van fuera y las direcciones de compra o las di-

recciones técnicas, se trasladan a Detroit en América o a Wolfsburg en el caso de

Volkswagen o a París en el caso de Renault… Y dices: ¡Bueno, otro reto! O

acompañábamos a esa nueva estrategia de los fabricantes, montando unas

unidades de enlace con esos centros, o no teníamos nada que hacer. El giro era

radical: no volveríamos a negociar con los directores de compras de España,

tendríamos que hacerlo con el director global de compras en Francia o en Ale-

mania. Así que establecimos unos centros técnicos comerciales en esos países

claves donde se iban a tomar las decisiones: en París, en Detroit, en Alemania,

en Wolfsburg concretamente, y en el sur de Alemania también, en la zona Báva-

ra, en la zona de Múnich y, posteriormente, en Japón. En todos los países claves

de decisión. Primero establecimos unos acuerdos comerciales que nos compro-

metían a seguir suministrando piezas en España. Después, eso nos sirvió de lan-

zadera para empezar a fabricar esas piezas, industrialmente, fuera de España.

El cambio coincide con esa nueva política de los fabricantes, de hacer pla-

taformas comunes en muchos sitios del mundo. Era evidente que no podría-

mos suministrar a distancia los productos de gran volumen: techos, paneles de

puertas y cosas de ese tipo. Había que hacerlo en proximidad al cliente. Era

una oportunidad y asumimos el reto.

Es la etapa que, lamentablemente, coincide con el fallecimiento de mi her-

mano mayor, Avelino, en 1995. Mi hermano, que era el presidente, tenía una

clara vocación comercial. Formábamos un magnífico tándem con una única

comunicación: Avelino era la persona de la que emanaban las ideas comerciales